'FRACKING EN EL SÓTANO'
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- 31 jul 2015
- 7 Min. de lectura

Parecía que nadie quería decirles la verdad. Eso era lo que pensaba Wen mientras miraba el correr de las gotas de agua que caían por la pared que tenía justo delante de sus narices.
- ¡Deja de oler la pared, Wen!, le dijo nerviosa Shui, quien observaba a su marido desde el otro lado de aquel penumbroso sótano sentada en una banqueta de un palmo de altura. Shui llevaba contemplando fijamente a su marido unos segundos como intentando meterse en su mente y comprobar la gravedad de la situación. Viendo que Wen la ignoraba, inmediatamente le dijo:
- ¿De verdad estás preocupado? ¿Qué crees que va a suceder?
En aquel oscuro sótano de 15 m2, sólo iluminado por una bombilla de luz amarilla en el centro del techo que pendía a unos 30 cm apróximadamente de él, el olor a humedad se respiraba cada vez con más intensidad con el transcurrir de las horas. El agua se filtraba por debajo de la puerta del sotano, dibujando líneas del color del hormigón mojado más oscuras que el propio suelo bajando todos los escalones y formando un charco a los pies de la escalera. El agua también se filtraba poco a poco por una grieta que atravesaba parte de una pared y una de las esquinas del techo; y eran esas gotas resbalando por la pared las mismas que parecían embobar a Wen, que sin atreverse a dirigir su mirada de profunda indignación a Shui, y como si hablara la voz de la derrota dijo:
- Creo que no nos han dicho la verdad. Creo que la voz de alarma que dieron a última hora no advertía de la gravedad real de lo que se nos venía encima. ¿Cuántas horas han pasado ya y el cielo no ha dejado de tronar ni un segundo? ¡Y eso fue hace horas! Evidentemente, la casa está inundada, y eso significa que la calle se habrá convertido literalmente en un río.
Shui contemplaba a su marido desde la distancia sin saber que responder, sobrepasada por el miedo, por la impotencia, por lo desconocido. Y sin pensar ni un segundo sus palabras dijo,
- No te preocupes Wen, ¿cuántas veces hemos tenido que bajar aquí abajo y no ha pasado nada que no se pueda reparar? Acuérdate de la primera vez hace ya más de 35 ños, recién construida la casa, que bajamos asustados por el huracán que venía hacía aquí después de arrasar la Isla de Hainan. Aquello no estuvo mal... ¿Recuerdas? Nos divertimos mucho aquellas horas aquí abajo...
A shui se le dibujo una leve sonrisa en la cara que Wen entendió como una insinuación, y sorprendido por los recuerdos que visitaban la mente de su mujer, replicó:
- ¿De qué hablas Shui? No me vengas con esas ahora... Con treinta años la vida se veía diferente..., si yo pudiera visitarme a mi mismo cuando tuve esa edad, dos cosas bien dichas le diría a aquel hombrecillo estupido.
Después de esas últimas palabras se creo un silencio muy incómodo que duró al menos diez segundos hasta que Shui dijo con voz muy suave indicando pena,
- ¿Te arrepientes de la vida que has vivido a mi lado?
Wen, que se había sentado a los pies de la escalera, con los pies en el charco, pero evitando ser alcanzado por los hilos de agua que bajaban, dijo:
- ¡No es eso Shui! Todo lo que he hecho en mi vida ha sido resultado de mi voluntad a cada momento. Siempre he procurado hacer lo que sentía necesidad de hacer, de esa manera no cabría la posibilidad de arrepentirme en el futuro de mis decisiones presentes. Lo que pasa..., lo que pasa es que acabo de confirmar aquello que dicen, que 'cuanto más viejo, más sabio'. ¿Nunca has reflexionado sobre esto?
Shui entendía muy bien lo que Wen le intentaba explicar. Al contrario que él, ella se había pasado la vida recordando lo qué fue e imaginando lo qué podría haber sido. Atormentada por mil historias pasadas, la cabeza de Shui siempre había estado instalada en la franja de la no acción, entre las decisiones y los actos; se podría decir que nunca había sido realmente dueña de sus intenciones. Sin embargo, esto era de algo que nunca hablaba con Wen.
- Shui, ¿estás bien? ¿En qué piensas?
Shui, mirando el charco que se formaba en una de las esquinas del sótano contraria a la escalera, se perdía entre sus pensamientos y soltó entre dientes como si pensara en voz alta:
- ¿Cuándo renunciamos a tener hijos?...
Wen, que pensaba no haber oído bien lo que le Shui le había dicho, le pidió que repitiera sus palabras, y Shui nuevamente dijo cambiándo levemente el enfoque de la pregunta y mirando directamente a Wen,
- ¿quién decidió que no tendríamos hijos?
Ahora Wen sabía que pisaban terreno pantanoso, metafórica y literalmente, porque el agua que se colaba al interior del sotano arrastraba todo el polvo acumulado con el tiempo entre el suelo y las paredes. Wen pensó que sería mejor no seguir interrogando a su mujer sobre las ideas que le rondaban en la cabeza, porque cada vez que ella le hablaba, conseguía provocar una situación cada vez más incómoda. Era de suponer que Shui, presa del miedo por llevar encerrados en aquel cuchitril varias horas mientras el mundo se les venía encima, tenía la reacción inconsciente de hacer un repaso de lo que había sido su vida, o mejor dicho, de lo que no había sido su vida.
Tras las últimas palabras de su mujer, ya sí que Wen no se atrevía a mirarla directamente a la cara, no sabía cuál sería la respuesta más acertada en ese momento que los segundos parecían alargar el silencio eternamente; y así, con cierta sensación de que en parte podía haber apartado a Shui de su propio camino en la vida, rápidamente dijo:
- No sé Shui… Creo que esas decisiones son el precio a pagar cuando uno elige seguir a otra persona en la vida. Abandonas tu libertad personal, para hacer de la vida una cosa de dos; tus decisiones han sido las mías y las mías han sido las tuyas.
Detuvo sus palabras, y nervioso por cómo podían ser comprendidas sus palabras se mantuvo en silencio por unos segundos, y luego mirando al techo prosiguió su discurso.
- Y además, esa grieta de ahí no estaba hace dos días…
Shui, que tras su pregunta se había mantenido en silencio escuchando con cierto interés todo lo que tenía que decir su marido, no sabía qué tenía que ver la grieta con el pasado de sus vidas, y como perdida en la conversación, dijo:
- Pero, ¿qué tiene que ver la grieta con las decisiones que hayamos tomado en la vida? La casa es viaja y últimamente la naturaleza parece haber enloquecido con tanto terremoto día tras día…
Wen, como si se indignara ante la falta de abstracción de Shui, le contestó:
- Todo tiene que ver… la naturaleza no enloquece por sí sola, todo está conectado, todos hemos enloquecido. ¡Miranos! Estamos atrincherados, evitando que el agua no nos cubra poco a poco, y esperando que el techo y las paredes no se agrieten y nos sepulten de un momento a otro… Estamos recogiendo todo lo que hemos sembrado en los últimos años. ¿Qué mundo hubiéramos dejado a nuestros hijos?
Parecía que con cada palabra que pronunciaba la rabia de Wen crecía por el hecho de darse cuenta que, fuese como fuese el pasado, desde luego el presente le decía que tarde o temprano no habría futuro.
- Ahora veo que haber traído una nueva vida al mundo hubiera sido una traición para ella. Lo que ves aquí abajo entre estas cuatro paredes es el fiel reflejo de la vida que hemos decidido dejar. Hombres y mujeres que egoístamente se fueron distanciando de la vida que los rodeaba, pensando únicamente en vivir sus vidas y no ser molestados, ignorando conscienciudamente que a veces tomarse algunas molestias en defensa de otros intereses que no sean los nuestros propios podían beneficiarnos a todos y a la vez a nosotros mismos. ¿Acaso, no nos correspondía evitar cavar nuestra propia tumba?...
Shui estaba atónita por la rabia y la crudeza con la que se expresaba Wen, ella tenía a su marido por la persona más calmada del mundo, nunca lo había visto de aquella manera, y eso la puso muy nerviosa.
- Shui: Wen, ¿qué sugieres? ¿Qué nunca saldremos de aquí abajo? ¿Qué este es nuestro final?
Wen, que por primera vez se giró para mirar desde la distancia directamente a los ojos de Shui, contestó:
- No sé si será nuestro final; pero desde luego entiendo que la vida no aguantará mucho más en estas circunstancias. Llevamos años y años sufriendo toda clase de alteraciones climáticas, huracanes, inundaciones y terremotos; y qué, nosotros no hemos hecho nada para remediarlo. La grieta del techo la provocó el gran terremoto del martes, y no sé lo qué ahora está pasando ahí afuera pero hace horas que dieron la alarma por posible terremoto y en cambio ahora estamos yaciendo bajo el agua. Parece que estemos viviendo un diluvio o que un tsunami haya arrasado la ciudad, o quizá sean ambos a la vez… No lo sé.
El nerviosismo de Shui se había convertido en un temblor por todo el cuerpo, le invadían las ganas de echarse a llorar, pero su instinto de supervivencia se lo impedía.
Y los dos se quedaron en silencio varios segundos intentando adivinar todos aquellos ruidos que se producían sobre ellos en el exterior, hasta que Shui dijo tartamudeando:
- No sé si prefiero morir aquí abajo, o seguir viviendo bajo la incertidumbre de no saber cuándo el planeta acabara con nosotros, o mejor dicho, cuando nosotros acabaremos con el planeta.
Y dirigiendo la mirada directamente sobre Wen, Shui concluyó:
- Sólo espero que si sobrevivimos, no tengamos que ser nosotros los encargados en repoblar el planeta.
-Wen se volvió a girar para mirar a su mujer, y con la luz amarilla reflejándose en sus ojos brillantes, Wen hizo ademán de una pequeña sonrisa.
Las horas pasaron y las lluvias y las inundaciones nunca cesaron, Wen y Shui no conocerían por tanto cuál había sido el detonante final que hizo que la naturaleza se revelase contra ellos. El mundo desconocía que semanas atrás, cerca del pueblo en el que vivía esta pareja en la antigua China septentrional, una de las empresas más grandes que producía energía a partir de gas subterráneo había hecho una perforación fracturando la roca y produciendo desafortunadamente una grieta subterránea que se extendió miles de kilómetros en cuestión de días hasta llegar al centro del Océano Índico, dando con una gran galería de cámaras subterráneas de gases y aire de cientos de kilómetros de largo, ancho y profundidad, de las cuales había empezado a liberarse todos sus gases hacia la superficie del océano y la atmósfera, hasta que una vez que se encontraron vacías, el agua se había empezado a filtrar hacia las profundidades del planeta, dibujando un enorme remolino en medio del océano; incluso visible desde el espacio exterior. Y así, tras varias semanas la composición química de la atmósfera había cambiado, y ante un clima radicalmente tan distinto, la evolución de la vida en la Tierra había acabado deteniéndose.
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