Bendita Locura Animal
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- 3 jul 2015
- 6 Min. de lectura

El mundo se había vuelto un caos absoluto, la gente recorría totalmente desesperada los supermercados y restaurantes, para conseguir algo de carne, lácteos o huevos. Ya había transcurrido una semana desde que las autoridades emitieran su último informe descartando que los animales pudieran haber sido atacados por un virus o bacteria que los llevara a la locura. Pero lo cierto es que tanto los animales salvajes como los domésticos por alguna razón habían enloquecido, volviéndose agresivos con los humanos.
El primer suceso de esta rebelión animal se produjo en una granja macro-explotadora de vacas lecheras y desde entonces los humanos empezaran a ser atacados por sus mascota dentro de las granjas y las casas, y en las calles por los animales salvajes que aparecían de los bosques en un intento de tomar las ciudades. Así, muchos humanos fueron víctimas de estos ataques, e incluso hubo personas que murieron a garras y dientes de sus mascotas al confiar que ellos seguirían siendo mansos y adorables. Parecía que el lema de los animales era luchar o morir, ya que sus ataques provocaban la respuesta armada de las personas, y la opción de capturarlos y encerrarlos en jaulas era inútil porque así los animales se negaban a comer y morían de hambre. Fuese como fuese, el mundo estaba perdiendo su biodiversidad y el ser humano se estaba quedando sólo.
En una de las calles más transitadas de Madrid, Fran y Ezequiel hacían cola para entrar al último restaurante de Mc. Donald’s que quedaba aún abierto debido a la escasez de carne y lácteos. Mc. Donald’s, aún siendo la principal productora y demandante de carne del mundo, contaba los minutos y las horas para que se acabara finalmente su hegemonía mundial. La gente se agolpaba desde hacía una semana en las puertas de los restaurantes de comida rápida día y noche esperando saborear lo que podría ser su último bocado de carne. El miedo por vivir en un mundo sin carne así como sin otros productos derivados de animales había desatado la histeria colectiva; la gente temía por su vida al pensar que un mundo así no era posible.
Ezequiel era de esos que sentían verdadera ansiedad por la falta de carne, y pensar que existía la posibilidad de que aquella misma noche dejaría de ser carnívoro le aterraba. Por su parte, Fran no parecía tan preocupado por la situación. En su casa, su familia ya estaba adoptando una dieta diferente, sin carne y sin ningún alimento que proviniese de los animales, pero aun así, estaba allí haciendo cola porque no olvidaba el placer que sentía al saborear la grasa animal.
Después de una hora y media que Ezequiel y Fran esperaran la llegada de su amiga Dana, entre la multitud Dana consiguió encontrar a sus amigos. Los chicos también la vieron, y ella haciendo una mueca con la boca que pretendía simular una sonrisa, se abrió paso entre la gente hasta llegar a ellos. Y sin decir nada y con los ojos vidriosos, Dana los abrazó con fuerza por el cuello y se echó a llorar. Sin saber qué pensar, y aún abrazados, Fran le preguntó:
- ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?
Dana relajó sus brazos, soltó a sus amigos y, manteniéndose cabizbaja mientras se secaba las lágrimas con las manos, les dijo:
- He tenido que matar a Pongo.
Pongo era su perro; que al igual que el resto de animales, de la noche a la mañana se había vuelto agresivo con sus dueños.
Los chicos, sin saber cómo reaccionar, se quedaron de piedra y a Fran sólo se le ocurrió volver a abrazar a su amiga. Con los minutos, Dana se calmó y tras un rato de haber mantenido los tres el silencio, Ezequiel intentó reducir la tensión empezando una conversación:
-¿Qué haremos cuando se acabe la carne? Esta noche comeremos la última hamburguesa de nuestras vidas, qué horror… Estoy seguro de que, tal como dicen en la tele, habrá una ‘crisis proteica’… ya verás. No sé qué vamos a comer…
Dana, con la mirada perdida, estaba totalmente ausente y, haciendo oídos sordos a lo que decía Ezequiel, se mantenía pensativa. Fran, en cambio, lo miró y le dijo:
- Eso parece… Al menos esos dicen algunos, pero si los vegetarianos pueden vivir así nosotros también podremos. ‘Crisis proteica’… No sé…
Ezequiel rápidamente le contestó:
- Sí, los médicos en la tele están diciendo que para tener la cantidad diaria suficiente de proteínas es necesaria la carne… ¡A base de lechuga vamos a morir todos de hambre!
Fran, sorprendido por el comentario tan poco reflexivo de su amigo, le respondió:
- ¿Crees eso de verdad? Mira lo que ahora está recomendando la OMS,… hay que empezar a comer más legumbres, leche de soja y esas cosas.
Sin mostrar verdadero interés por lo que le respondía Fran, Ezequiel no apartaba la mirada de la puerta del restaurante que ya se veía más próxima y, sin pensar lo que había dicho su amigo, dijo:
- No sé yo…
Fran añadió:
- Sí, y además he oído que habrá mucho más cultivos para alimentar a las personas. Con las granjas fuera de juego, todo el grano que se destinaba antes a alimentar a millones de animales va a servir para alimentar a las personas de todo el mundo, las gr…
Alguien empujó por la espalda a Fran que tuvo que interrumpir lo que estaba diciendo. Ezequiel entonces dirigió su mirada de la puerta del Mc. Donald’s a la multitud que empujaba, y gritó:
- ¡Tranquilos! ¡Que somos personas, joder!
Fran miró a su amigo y continúo diciendo:
- Sí, hablan de que como muchas de las multinacionales que explotan tierras en países pobres para alimentar al ganado del primer mundo han quebrado, abandonaran las tierras y estas volverán a los campesinos. Algunos aseguran que ¡ya no habrá más hambre en el mundo!
Ezequiel ahora un tanto sorprendido, apartó la mirada de la puerta para mirar a Fran y con un tono de sarcasmo le dijo:
- Sí, ahora resulta que comer carne era la causa del hambre y la pobreza en el mundo… Por favor, no digas bobadas Fran.
De repente, Dana, que llevaba todo el tiempo cabizbaja y en silencio, sin levantar la cabeza sorprendió a sus amigos diciendo sin alzar mucho la voz:
- Es todo culpa nuestra…
Fran un tanto confuso le dijo suavemente:
- ¿Qué es culpa nuestra Dana?
Ella contestó:
- Todo… Todo lo que está pasando. Que la gente se pelee por comer una hamburguesa por que piensen que son adictos a la carne es nuestra culpa. ¡Qué yo haya tenido que matar a Pongo es también culpa de todos!
Entre lágrimas, trabándosele las palabras, prosiguió:
- ¡¿No se dan cuenta?! Los animales se han rebelado contra nosotros, nos hemos aprovechado tanto de ellos utilizándolos como esclavos por tanto tiempo que todos somos culpables de que llegase el día de su rebelión… La especie humana tan racional, pero a la vez tan poco compasiva… ¡Nos creemos más que nada joder!… Han tenido que ser los animales los que se sacrifiquen por nosotros para salvar una especie tan egoísta que está acabando con el planeta y que causa tanto sufrimiento aprovechándose de los más débiles.
Dana, temblando por todo lo que le había dicho a sus amigos, se dio cuenta que debía salir de allí, que no soportaba ni un segundo más seguir apoyando hasta el último minuto de su existencia a aquellos que, por capitalistas, habían llevado al mundo animal a la ruina. Dana sentía una tremenda presión interior por haberse dado cuenta de todo aquello, y tapándose los oídos con las manos salió corriendo esquivando a las personas que abarrotaban la calle. Fran, después de escuchar el discurso de su amiga, salió corriendo tras ella. Sin embargo, Ezequiel no había comprendido muy bien las palabras de Dana y se mantuvo en la cola ya a pocos metros de entrar en el restaurante.
Pasaron los día y con las granjas vacías y los mataderos cerrados, ya no quedaban animales domésticos que explotar, y los humanos se vieron obligados a dejar de depender de la vida de los otros animales para sobrevivir. La dieta del ser humano cambió, se volvió menos ácida y su salud mejoró; la mortalidad en todo el planeta disminuyó de forma abismal. Y tal y como había escuchado Fran, en pocas semanas el hambre en el mundo prácticamente había desaparecido.
Después de meses, la nueva actitud más compasiva de las personas provocó un suceso inesperado: poco a poco los animales que quedaban en los bosques empezaron a salir y a acercarse de nuevo al ser humana en actitud pasiva. El odio que sentían hacia los humanos había desaparecido; el ser humano ya había aprendido la lección.
De esta manera, el respeto entre animales humanos y no humanos parecía consolidado. Sin embargo, no pasaría mucho tiempo hasta que el hombre, guiado por su egoísmo, volviera a encerrar y explotar a sus iguales, sin darse cuenta que de esa manera se encaminaba otra vez hacia una nueva rebelión o hacia el fin del ser humano. Pero tranquilos amigos, no hay de qué preocuparse, esto no es real, es sólo ciencia ficción.
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